Timga: Declaración de misión

Ricker Silva
Ricker Silva
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4 min readJan 27, 2017

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publicado originalmente en timga.co

Cuando estudié interacción humano-computador, encontré un libro fascinante: The Design of Everyday Things, de Don Norman, que explica como es que no sabemos diseñar puertas y cuán difícil es adivinarlas. Bueno, Realmente dice más cosas, pero así es más divertido. Al terminar de leer el libro pensé, que de todas las cosas cotidianas que usamos, la más difícil, son los demás. Nunca antes me detuve a pensar cómo es que nos “usamos” entre sí; llegó a parecerme un milagro que pudiéramos relacionarnos.

Se me ocurrió después que las experiencias en la oficina y en el aula de clases son tal vez de lo peor que hemos diseñado. Y digo diseñar porque el trabajo puede ser visto como una herramienta en manos de los y las trabajadoras. Mucha investigación hay al respecto. Si hacemos sentir a la gente inteligente, seguro hará cosas inteligentes; si los hacemos sentir seguros, seguro tomarán riesgos mejor calculados; si le damos sentido e importancia al trabajo, se pondrá más empeño en él. Si por el contrario diseñamos un ambiente laboral o académico basados en premisas erradas, crearemos justo esa mentalidad en nuestros compañeros de oficina o de estudio.

Barry Schwartz dice, parafraseando a Adam Smith, que el hombre se volverá tan estúpido como el entorno en el que está se lo permita. Lo curioso es que ya antes, Smith decía que el ser humano era por naturaleza vago y que la única forma de hacer que trabajara, era dándole una recompensa: el salario. Conclusión, se creó un sistema productivo que ha eliminado casi cualquier retribución no salarial del trabajo.

¿Pero todo esto, qué tiene que ver con Timga?

Uno de mis propósitos es mejorar la experiencia de los estudiantes. Me gusta partir de la diferencia entre estudiar y aprender. A algunos nos gusta mucho aprender cosas nuevas pero no tanto estudiar. Estoy convencido de que un rediseño de la experiencia del estudiante es necesario para permitir que todos estudien con gusto y se sientan bien.

Uno de los momentos más interesantes del proceso educativo, es la evaluación. Las evaluaciones tradicionalmente miden si el conocimiento impartido ha calado en los estudiantes de algún modo. Sus resultados pueden ser determinantes para el presente y futuro del estudiante, lo que agrega una dosis no despreciable de estrés. Yo recuerdo como me invadieron los nervios, hiperventilé y salí corriendo de un parcial que desencadenó una serie de eventos desagradables y por supuesto, una nueva etapa en mi vida. Que ahora lo vea como una situación que me hizo crecer no la hace más agradable.

Como profesor he hecho varios experimentos. No llevo notas, hago exámenes con todas las ayudas y herramientas que el estudiante tenga y dejo que ellos se califiquen entre sí. Ya me he extendido, pero seré breve en los motivos de cada una.

No llevo notas porque en la vida no tenemos notas; tenemos oportunidades y las oportunidades las aprovechamos o no, algunas las aprovechamos harto y otras no tanto. Entonces uso puntos y tengo una bolsa de puntos por cada semestre, más puntos que los necesarios para obtener la máxima nota, y así cada ejercicio, tarea, trabajo o evaluación (que todos pretenden evaluar al final) es una oportunidad de hacer puntos. Como en el deporte, si alguna oportunidad no fue muy fructífera, ya vendrá otra; como en la vida, siempre hay nuevas oportunidades para aprender y no veo ningún sentido en eliminar eso del proceso formativo profesional o escolar.

Los exámenes son con todos los recursos posibles a la mano. En ninguna oficina me han encerrado en un salón, sin computador, sin acceso a libros y sin derecho a preguntarle al de al lado las dudas que tenga, sería ridículo. ¿Por qué entonces hacer eso con los estudiantes? Saberlo todo no es importante, lo importante es atreverse a pensar. Después de salir de la universidad, nunca supe la respuesta a ningún problema de memoria, siempre me he apoyado en mis compañeros, amigos, internet o libros, para solucionarlos.

Dejo que mis alumnos se evalúen a si mismos y permito que el conocimiento no solo pase de mi hacia ellos sino que fluya entre todos. A veces ellos entienden las preguntas en formas que yo no sospechaba, entonces ellos se pueden evaluar basados en ese conocimiento colectivo que yo no tengo. He confiado en su criterio y he sido gratamente sorprendido al ver cómo son capaces de exigirse al máximo. La evaluación se ha convertido en un momento más para compartir el conocimiento y la retroalimentación de todos es vital para aprender.

Normalmente la experiencia en las aulas esta creada considerando premisas erradas como que alguien debe ser mejor y alguien peor o que los estudiantes siempre harán trampa cuando vean la oportunidad. Se ha creado un sistema que fomenta la competencia y la desconfianza. Si convertimos la evaluación en un espacio para compartir el conocimiento, para ayudar a nuestros compañeros, seguro habremos hecho un cambio profundo en la educación. Ernesto Sabato, en sus contundentes cartas de La Resistencia se preguntaba ¿cómo podíamos pedirle a los hombres y mujeres solidaridad si desde pequeños estamos pidiéndoles que sean los primeros? ¿Cómo?

Con Timga queremos hacer un cambio. Tenemos una misión importante:

En Timga queremos hacer que el estudio sea una actividad gratificante y divertida.

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